jueves, 5 de julio de 2007

Ebano

A Alejo Durán

Las noches en mi pueblo
tenían el color de tu piel,
y las lámparas encendidas
iluminaban, con luz cansada,
solo lo que había que mirar.
El silencio era surcado con el golpe
de las fichas del dominó de Donasiano y sus amigos,
y en el fondo,
imponente como trueno de deidad,
tu voz primitiva, ronca y melancólica,
combinaba perfectamente
con las notas de tu pedazo de acordeón.
Momentos memorables que me llevaron a quererte,
momentos de mi niñez que te inmortalizaron
para siempre, viejo capitán del amor.

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